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dirse en otros dos subciclos, los cuales, siguiendo el sucesivo espíritu de los tiempos, y teniendo en cuenta los multiplicados elementos llamados al desarrollo de nuestra cultura, se prestan á racional subdivision en diferentes períodos.

Corresponden seis á la edad media, tal como nos es dado discernirla para los fines de esta historia: comprende el primero desde la aparicion de la poesía vulgar hasta la época de Gonzalo de Berceo, en que empieza á desenvolverse la poesía y literatura vulgar erudita: abraza el segundo desde Berceo á don Alfonso el Sabio, en cuyo reinado se opera una de las trasformaciones más interesantes del arte y de la lengua: alcanza el tercero hasta la catástrofe de Montiel, encerrando la historia de los sucesores del Rey Sabio y la rehabilitacion de la poesía histórico-heróica, con la reaccion del arte didáctico-simbólico, que se realiza al mediar el siglo XIV: el cuarto se extiende hasta la muerte de Enrique III, efectuándose en él nuevas y peregrinas trasformaciones del arte erudito, que dan el triunfo en nuestro suelo á las creaciones caballerescas y á la poesía alegórica, tal como habia salido de las manos del Dante: termina el quinto con el reinado de don Juan II, reflejando vivamente el vario desarrollo de las escuelas poéticas que aparecen como rivales en nuestro parnaso, y los meritorios esfuerzos que realizan los más doctos varones de Castilla para impulsar nuestra civilizacion en las vías del renacimiento: presenta el sexto, finalmente, el lastimoso estado á que vino la nacion, y con ella todo linaje de disciplinas, durante el calamitoso reinado de Enrique IV, y su restauracion prodigiosa en manos de la Reina Católica, trasmitiéndose hasta el Imperio de Cárlos V, en que granados ya los esfuerzos de Juan II, Alfonso V é Isabel I., es dado á Garcilaso dar cima á la trasformacion artística, intentada de antiguo en el parnaso castellano.

Á tres notabilísimos períodos puede reducirse principalmente el segundo ciclo de la manifestacion castellana en la historia crítica de la literatura española. Pertenece al dominio del primero desde la innovacion que se personifica generalmente en el nombre de Garcilaso, hasta la revolucion formal de Góngora, entrañando, segun dejamos con repeticion insinuado, la trasformacion más grande y trascendental que ha experimentado la poesía popular

en la Península Ibérica: cuadra al segundo el estudio de la decadencia en que, al compás del imperio, se aniquila y consume estérilmente sus fuerzas el parnaso erudito, y cae de su altura la poesía popular, dando á conocer al propio tiempo el estado de la literatura española hasta la época, en que se inicia con la Poética de Luzan la reaccion galo-clásica: revela por último el tercero el espíritu de la reaccion clásica del pasado siglo, abarcando desde Luzan hasta nuestros dias. Ofrécense estas diferentes edades con toda la claridad y exactitud indispensables para dar cabo al estudio de nuestra historia literaria, pareciéndonos, tras largo exámen, la division más natural de los tres grandes ciclos que forman nuestra historia civil y política.

Tal es en efecto la direccion y no otra la extension y trascendencia que intentamos dar á nuestras vigilias. Bien se nos alcanza la magnitud de las dificultades que necesitamos señorear para llegar á la ansiada meta, cuando la crítica literaria, segun acabamos de ver, ha sembrado en nuestro suelo más espinas que flores, y cuando á pesar de los generosos esfuerzos de los escritores propios y extraños que dejamos mencionados, sobreviven no pocas preocupaciones del pasado siglo; preocupaciones hijas más bien de la falta de sazonados estudios que del espíritu de escuela, pues al mismo tiempo que se miran con indiferencia nuestras antiguas glorias poéticas, se condena universalmente (y no sin calor) así la intolerancia filosófica como el exclusivismo literario.

Ni abrigamos tampoco la irreflexiva presuncion de juzgar que hemos dado felizmente cima á la empresa más árdua que puede concebirse en las esferas de la crítica literaria. «Sin la historia »>de las letras (decia el gran Bacon, al trazar el cuadro de los >>progresos de las ciencias) la historia del mundo es como una es>>tátua de Polifemo, privada de su único ojo» 1; y cuando por estas sábias palabras aprendemos á conocer la trascendencia de la historia del ingenie humano, y sabemos que á pesar de los plausibles ensayos que en los pueblos más cultos se han hecho desde el siglo XVI para realizar tan difícil idea, no hay todavia

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uno sólo que pueda gloriarse de poseer la historia de su literatura, tal como exige la crítica moderna,-temeridad reprensible fuera en nosotros el vanagloriarnos de dotar á España, con el nuestro, de semejante libro. Acometimos esta empresa en lo más florido de la juventud, al escuchar de labios del profundo Lista que éramos los españoles tributarios, en esta parte, de los extranjeros: hemos consagrado á su realizacion todas nuestras vigilias, todas nuestras fuerzas intelectuales, sacrificando en aras de esta idea. hasta los más espontáneos impulsos del amor propio; hemos solicitado con entera fé el consejo de los hombres doctos de España, Francia y Alemania; y abrumados algun dia bajo el peso material, no vacilamos en demandar al Gobierno auxilio y proteccion para proseguir la Historia crítica de la literatura española, aun á riesgo de desatar contra nosotros la envidia y la maledicencia, que alguna vez han cebado su rabioso diente en nuestro nombre. Á dicha hemos realizado ya los más dificiles trabajos, pues que tenemos acabada, con la historia de la manifestacion latina, la historia entera de los siglos medios, que era la parte más desdeñada y peregrina dentro y fuera de España, y podemos asegurar, sin pueril jactancia, que hemos escrito numerosas páginas, donde son contados los nombres conocidos. Ni ha flaqueado tampoco nuestra diligencia en las investigaciones que á los tiempos modernos se refieren, pareciéndonos lícito manifestar que estos estudios, de que dimos alguna muestra en la traduccion de la Historia de la Literatura de Sismondi (1841-1842), en el tercer Ensayo sobre los judios de España (1848), y en algunas revistas de la Península y del extranjero ', no son peregrinos á la juventud dorada que frecuenta las aulas de la Universidad Central, pues que los hemos ya expuesto en repetidos cursos académicos.

Conveniente juzgamos consignar por último, para que sean del todo conocidos los fines á que la Historia crítica de la Literatura española aspira, que derramados al par en la Europa y en el Nuevo Mundo los cultivadores de nuestra lengua y literatura, mientras hemos procurado tejer á la exposicion histórico-crítica

1 Principalmente en El Laberinto, El Semanario Pintoresco, La Floresta andaluza, La Revista del Español, El Correo de Ultramar y La América.

TOMO 1.

H

de los ingenios que florecen en nuestro suelo la historia de la infeliz raza hebraica, madre de esclarecidos poetas, novelistas é historiadores, hemos consagrado la mayor solicitud á los ingenios que nacen de nuestra propia sangre en las vastas regiones de América, hablando nuestro idioma y cultivando el arte de Herrera y de Leon, de Lope y de Cervantes. Falta imperdonable seria en nosotros el olvidar á los poetas americanos que desde el siglo XVI logran señalado asiento en el parnaso español, y no pareceria tampoco acertado el menospreciar á los que imitando á los Granadas y Rivadeneyras, á los Mendozas y Marianas, se consagraron tambien al ejercicio de la elocuencia y al culto de la historia.

Tal es pues el difícil término de nuestras vigilias, que sometemos, confiados en su generosa indulgencia, á los hombres sensatos é imparciales.

HISTORIA CRÍTICA

DE LA

LITERATURA ESPAÑOLA.

I. PARTE.

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