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de Celtiberia 1. Dividida así en diferentes zonas, abrigaba España en sus varias y distantes comarcas los gérmenes de cultura traidos á su suelo por tan diversos pobladores, cuando doscientos ochenta años adelante, amenazaba Cartago sujetar por fuerza á su imperio todas las gentes de la Península; empresa á que hubiera dado cumplida cima, si no despertara la rivalidad del pueblo romano, cuya codicia meditaba ya en la posesion de tan ricas regiones.

Tal es el brevísimo sumario de las colonias, que se establecieron en España antes de la dominacion romana, segun la relacion de historiadores y geógrafos: discernir con mayor detenimiento y exactitud la importancia, número y poblacion de estas ciudades, ni seria empresa cumplidera, ni es tampoco de nuestro intento.

Dedúcese no obstante sin grave dificultad de todo lo expuesto, que de la mezcla y confusion de tantas gentes no pudieron resultar una misma religion, unas mismas leyes, ni una misma lengua, faltando en consecuencia la unidad necesaria para constituir un gran pueblo. Sin duda cada uno de los que á Iberia aportaron, debió traer sus creencias y simulacros, sus hábitos y costumbres, y con ellos, ya el idioma, ya el dialecto que en su pais nativo hablaba. Pero ¿cuál fué (repetimos) la religion, cuáles las leyes,

1 Pocos son los monumentos célticos que han llegado á nuestros dias en España, lo cual es sin duda causa de que algunos escritores extranjeros se atrevan á negar su existencia. Sin embargo, todavia encuentra el viajero entendido en las costas septentrionales, en el centro de Castilla, en las montañas de Asturias, en la antigua Lusitania, y aun en las regiones de la Céltica ó Beturia (una de las tres provincias de que la Bética se componia) notables testimonios del establecimiento de aquel pueblo en Iberia. Entre otros monumentos, que podriamos traer á la memoria, demás de los dólmenes de Pomares, Montemor y Arrayolas, ilustrados por el docto Mendoza de Pina (Mem. de la Real Academia de Ciencias de Lisboa, tomo de 1733), citaremos dos túmulos, que se contemplan, el primero junto al puente de Alcolea (provincia de Córdoba), el cual fué excavado no há muchos años, y el segundo en el pueblo de Eguilaz, provincia de Alava. Tambien podriamos hacer mencion del dólmen y piedra vacilante de Finis Terrae, citados con frecuencia en la historia del arte monumental (Gailhabaud, Monuments anciens et modernes, 1.a série) y de la Galeria cubierta de Antequera, hallada en los últimos años por el malogrado arquitecto don Rafael Mitjana.

cuál la lengua universalmente adoptaba por aquellos diversos pobladores?...

Cuando, volviendo nuestras miradas á tan remota edad, procuramos descubrir en ella las primeras fuentes de la civilizacion que debia recibir con el tiempo título de española, sólo nos es dado reconocer que en medio de aquellos encontrados y discordes intereses sobrenadan dos grandes elementos, que pugnando vivamente por sobreponerse ó absorberse, debian inocular alguna parte de su savia en la cultura de Iberia, imprimiéndole ya el singular estigma que en siglos futuros iba á caracterizarla. El mundo de Oriente y el mundo de Occidente se afrontaban por vez primera en las regiones traspirenáicas: la raza de Sem y la raza de Japhet, nacidas de un mismo tronco, pero esparcidas ya en el mundo por la mano de Dios para llenar diversos fines providenciales, volvian á establecer entre sí frecuente comercio, bien que alentadas de irreconciliable antagonismo. Representaban la primera sirios y fenicios: pertenecian á la segunda celtas y griegos. Hablaban los unos elípticos y expresivos dialectos de aquella lengua, en que habia dado Moisés leyes al pueblo hebreo y llorado Jeremias su dolorosa servidumbre eran familiares á los otros las hablas indo-scitas y los fastuosos idiomas que inmortalizan Píndaro y Homero, Herodoto y Xenofonte 1; y más civilizados que los demas pueblos con

1 Escribimos afortunadamente en una época en que la crítica filológica ha logrado poner fuera de discusion multitud de cuestiones que eran en siglos anteriores otros tantos problemas. La consanguinidad, ó mejor diciendo, la inmediata derivacion de la lengua fenicia ó púnica del tronco y raiz comun que reconocen todas las semíticas, no exceptuada la arábiga, es ya un hecho demostrado, hallando en los estudios de los filólogos modernos entera confirmacion las no interesadas declaraciones de Josefo, Meleagro Gadareo y el celebrado Plauto. Ni reciben de ellos menor fuerza las doctas palabras de San Gerónimo, San Agustin y Prisciano. El primero habia dicho: «Tyrus et Sidon >>in Phoenices litore principes civitates... quarum Carthago colonia. Unde et >>poeni sermone corrupto quasi phoeni apellantur. Quarum lingua linguae he>>braeae magna ex parte confinis est (In Ieremiam, XV, v. XXV).» Y en otro lugar: «Lingua quoque punica quae de hebraeorum fontibus manare dicitur, »etc. (Isaiam, lib. III, c. 7).» San Agustin escribia al intento: «Messiam... ver>>bum linguae punicac consonum est, sicut alia permulta et pene omnia »(Contra litteras Petiliani, lib. II, c. 104).» Y añadia: «Cognatae quippe sunt

gregados en la Península, más activos y emprendedores, aparecia de todo punto inevitable el que, derramados en dilatadas comarcas y señores de ricas y florecientes colonias, dejára de reflejarse la influencia de su cultura y de su lengua en la cultura y en la lengua de los primitivos iberos 1.

Mas si no es lícito, á la altura que han tomado en nuestros tiempos los estudios filológicos y etnográficos, desconocer en la

>>linguae istae et vicinae hebraea, punica et syra (In Iohannem, tract. XV).» Prisciano, que vive un largo siglo despues de aquellos sabios varones, observaba: «Lingua poenorum quae chaldaeae vel hebraeae similis est et syrae, >>non habet neutrum genus (Gramm., lib. V).» Seis siglos adelante un sabio judio español, que escribe la mayor parte de sus obras en arábigo, y á quien los rabinos hebreos saludaron con nombre de Águila de los doctores, escribia al propósito: «La lengua árabe y la lengua hebrea son sin duda una misma >>lengua, y no otra cosa sucede con la siriaca, que á entrambas se acerca.»

عدم الغتين اما لالغة العربية والعبرانية فقد اتفق كل من عدم انهما لغة ولحدة بلا شك وكذلك السريانية قريبة منهما

(Moséh-ben-Mayemon, Aphorismos medicinales). Si pues el testimonio de tan ilustres escritores y los estudios de diversas especies de los filólogos modernos (entre quienes nos será dado conmemorar los extranjeros Gesenio, Bartelemy, Duteus, Hoppe, Swinton y Renan, y entre nuestros peninsulares á los españoles Perez Bayer, Conde y Marina, y á los portugueses Sousa y San Luiz), se hermanan tan estrechamente para evidenciar que tirios y cartagineses hablaban un idioma, nacido del hebreo, no puede ponerse en duda que se extendió la influencia de las lenguas semíticas á todas las colonias fenicias de la antigua Iberia, desde el Estrecho Gaditano hasta las orillas del Anas.-En cuanto á las hablas indo-scitas y á los dialectos griegos, nadie desconoce en nuestros dias, merced á los progresos de las ciencias filológica y etnográfica, que traen unas y otros su origen de la misma fuente, reconocida en la lengua sanscrita. Esta comunidad de nacimiento ha bastado, al ser descubierta por los perseverantes trabajos de la edad moderna, para aclarar no pocos misterios históricos y explicar difíciles fenómenos operados en el trascurso de los siglos dentro y fuera de nuestra Península. Circunscribiéndonos ahora á la remota edad de que tratamos, parécenos oportuno dejar consignado que en medio de los diversos elementos congregados en Iberia, destacan y predominan sobre todos los que representan con mayor energia las civilizaciones rivales de Oriente y de Occidente. Conste, pues, este hecho, cuya trascendencia tendremos sobradas ocasiones de quilatar en todo el proceso de nuestra historia literaria.

1 Véase la Ilustracion núm. II del siguiente volúmen.

fuente misma de nuestra civilizacion esa doble influencia que determina desde aquellos dias la grande y duradera lucha de las dos razas rivales que iban á disputarse el imperio del mundo, tampoco es conveniente olvidar otra ley principalísima del carácter de la nacion ibera, que tiene cumplido desarrollo y constante comprobacion en todos los momentos de su vida y de su historia. En virtud de esa ley fundamental, aquellos españoles que desde los tiempos más remotos hablaban diferentes lenguajes, mereciendo, como nos dice Estrabon de túrdulos y turdetanos, título de civilizados y aun de doctos, «por hacer uso de la gramática y tener >>escritos en metros monumentos de antigüedad y poemas y leyes >>de millares de años» 1, sin abandonar del todo su lengua materna, guardaron cual inextimable tesoro, las costumbres de sus padres. El mismo Estrabon nos enseña en efecto que los túrdulos, venerados sus antiguos ritos, prosiguieron cultivando la cria de sus famosos ganados; que los moradores de la Tartéside conservaron sus sacrificios nocturnos; perpetuaron los lacones y lusitanos sus

1 Estrabon dice; Σοφώτατοι δ' ἐξετάζονται τῶν Ἰβήρων οὗτοι, καὶ γραμματικῇ χρῶνται, καὶ τῆς παλαιᾶς μνήμης ἔχουσι τὰ συγγράμματα, καὶ ποιήματα, καὶ νόμους ἐμμέτρους ἐξακισχιλίων ἐτῶν, ὡς φασι· καὶ οἱ ἄλλοι δ' Ίβηρες χρῶνται γραμματική, ου μια ιδέα. οὐδὲ γὰρ γλώττη ἰδίᾳ. «Son »estos [los turdetanos] reputados por los más doctos de toda Iberia: usan de la >>gramática, tienen escritos monumentos de antigüedad, y poemas y leyes en >>metro, de seis mil años, como dicen. Los demás españoles usan de la gramá»tica; pero no todos de la misma suerte, ni con el mismo lenguaje» (lib. III, cap. I). Si pudiera admitirse sin escrúpulo alguno la antigüedad de estos monumentos, leyes y poemas, resultaria alterada no sólo la cronologia, contradiciendo el cómputo establecido por la Biblia, sino que los españoles poseyeron la escritura mucho antes que los griegos y egipcios. Pretendiendo resolver es tas dificultades, se ha asentado que sólo constaban los años turdetanos de tres ó cuatro meses; pero esto no puede satisfacer á la recta crítica. Más razonable parece lo que escribe el erudito Sarmiento, siguiendo el dictámen de Palmerio: «No omitiré (dice) una varia leccion del texto que acaso gustará á algu>>nos. En el comun original griego hay la voz ɛtov, que significa annorum; >>pero si en lugar de ɛtov, se lee esta voz ɛжбν, muy semejante y que signi»fica versuum, se desvanece toda la dificultad. Palmerio, de quien es esta no»ta, se inclina á que debe leer así (et puto sic legendum). En esta hipótesis, »será el pensamiento de Estrabon que los turdetanos tenian leyes comprendi»das en seis mil versos; pero sin determinar su antigüedad» (Memorias para la historia de la poesía y poetas españoles (Párrafo H, núm. 46).

bárbaras y supersticiosas ceremonias 1, y resistiéronse los cántabros septentrionales á admitir toda influencia extraña.

La de aquellas primitivas colonias, si bien debió contribuir á modificar las costumbres y amansar los ásperos y agrestes instintos de los naturales, echando en el suelo español no infecunda semilla, llamada á fructificar con el proceso de los siglos, no fué en consecuencia tan poderosa y decisiva que bastara á ahogar todo elemento de vida, trasformando de lleno su cultura y abriendo ámplia y segura senda para lo futuro. La disparidad de religion y de costumbres, de leyes y de lenguas, traidas por aquellos pobladores, contribuyendo por otra parte á mantener la division del territorio con los encontrados intereses de tantas gentes, ni podia ser principio fecundo para crear la unidad, base de toda civilizacion, ni estímulo á la prosperidad interior, ni prenda de seguridad contra un enemigo fuerte, osado y poderoso. Religion, leyes, lenguas, costumbres, todo aparecia tan instable como advenedizo; todo fluctuaba en medio de aquella múltiple lucha, reproducida sin cesar por no legítimos intereses, amenazando ser presa del más afortunado; y todo se eclipsa al cabo y desaparece ante el astro espléndido de Roma, luego que asientan las cohortes del Pueblo Rey su vencedora planta en la Península Ibérica. La trasformacion iba á ser trascendental, si no completa: Iberia, desmembrada por naturales y extranjeros, se sometia á una necesidad imperiosa, á una ley de hierro que iba á gravitar igualmente sobre el cuello de todas las naciones.

La raza de Japhet, guiada por las águilas de Roma, vencia en el suelo español á la raza de Sem; espectáculo presenciado ya por el Oriente al pié de los muros de Troya, y que, pasadas largas edades, debia reproducirse en Iberia más solemne y terrible. Pero

1 Estrabon, lib. III, cap. III.-Rufo Festo Avieno decia en el siglo IV de la Iglesia, respecto de los sacrificios que hacian los españoles: «Municipa»lia sacra vocantur, quae ab initio habuerunt, ante civitatem romanam acep>>tam, quae observare eos voluerunt Pontifices quo adfuissent antiquitus. >> Dedúcese, pues, de estas palabras de Rufo, que no solamente conservaron los españoles su religion, al ponerse en contacto con las primitivas colonias, sino que despues de recibidas las costumbres romanas y aun propagado entre ellos el cristianismo, no pudieron desprenderse de sus antiguas supersticiones.

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