Page images
PDF
EPUB

á las artes, y puesta siempre en comunicacion con la grey católica, no olvidada por ella un solo momento 1. Mas si obedeciendo este impulso é imitando el egemplo de los antiguos Padres, tuvo el clero hispano-latino por la más grata de sus tareas el estudio, atento siempre al engrandecimiento y lustre de la religion; luego que adulterada su constitucion personal en la forma que dejamos. probado, aparta la vista del santo fin para que fué instituido, y animado de mundanales pasiones, se mezcla y confunde en el tumulto de la ambicion y de la anarquia, que amenazaba derrocar aquel renombrado Imperio; luego que divorciado de su inmortal esposa, desoye y menosprecia sus amorosas súplicas y preceptos, escandalizando á la misma sociedad que corrompia con sus aberraciones y torpezas 2, rómpese de improviso aquel armónico y sorprendente concierto; y mientras abandona el cetro de la inteligencia que un siglo antes habia ostentado victorioso, aparece dominado de profundo estupor, síntoma doloroso, bien que seguro de su inminente decadencia. Mas ya lo hemos asentado: la Providencia, que no podia condenar á esterilidad eterna la preciosa semilla derramada á manos llenas por la Iglesia y sus más ilustres hijos, ni consentir que se agotasen así todas las fuentes de la vida, tenia decretada la trasformacion total de aquella nacion

1 Demás de las fiestas en que era recibida la grey católica, formando el coro (multitudo canentium... incerto numero, Isid., De Officiis, lib, I, cap. III), tenia la Iglesia contínua comunicacion con ella por medio del púlpito, el tribunal Ꭹ el analogio, segun nos enseña el doctor de las Españas (Ethim., lib. XV, cap. IV).

2 Ya hemos visto el sombrio cuadro que sobre este punto nos bosquejan los PP. de la Iglesia: San Isidoro, que no alcanzó la disipacion lastimosa de los últimos años de aquel siglo, reprendia, no obstante, en el lib. III De Sententiis la ignorancia y soltura del clero, y añadia en el lib. II De Officiis, despues de condenar la vida relajada de los que emancipados de los obispos, cscarnecian la disciplina: «Quique dum nullum metuentes, explendae voluptatis suae licentiam consectantur, quasi animalia bruta libertate ac desiderio suo fruuntur, habentes signum religionis, non religionis officium, Hippocentauris similes, neque equi, neque homines, mixtumque (ut ait poeta) genus, prolisque biformis. Quorum quidem sordida atque infami numerositate, satis superque nostra pars occidua polluitur (Cap. III, De generibus clericorum). ¿Qué hubiera escrito el doctor de las Españas, á existir medio siglo adelante? 30

TOMO I.

múltiple, que habia menester purificarse de sus extravios y de sus crímenes; y la hora terrible de la expiacion estaba ya señalada.

Á Witiza, cuyo reinado presenta la historia como tejido de escándalos y venganzas, habia destronado Rodrigo, vengando tambien de esta manera la crueldad ejercida por aquel rey en Teodoredo, su padre, á quien habia mandado sacar los ojos. Mas la corona, manchada tantas veces con sangre inocente, no podia calentar largo tiempo las sienes de Rodrigo, á quien la condicion misma de usurpador arrastraba con frecuencia á toda suerte de crímenes y desmanes. Hartos ya de sufrirlos, mostrábanse los nobles impacientes por sacudir el yugo que en los primeros instantes juzgaron acaso tolerable, y engrosada de dia en dia la parcialidad de los hijos de Witiza, íbase formando la tormenta en que debia naufragar el deslustrado trono de Eurico, arrastrando tambien en su caida al mismo pueblo que autorizaba ó sufria tamaños escándalos.-Oppas, metropolitano de Sevilla é intruso de Toledo, y Julian, conde ó gobernador de Ceuta, capitaneaban á los descontentos: mas impotentes para destronar al usurpador, y cegados por el espíritu de venganza, volvieron ambos próceres la vista á todas partes para buscar aliados que les ayudaran á consumar su reprobada empresa. Enseñoreados los árabes de casi toda el África, cundia á todas las comarcas la fama de sus victorias, dando á su valor sin igual prestigio: Julian, que habia defendido contra ellos las fronteras del Imperio visigodo, en nombre de Witiza, creyó en el arrebato de su odio que serian los árabes dócil instrumento á sus venganzas; y hermanado en el impio intento con el perjuro obispo, no vaciló en llamarlos al suelo patrio, dándoles primero el egemplo de la traicion con que manchaba el nombre visigodo.

Era en verdad suerte desgraciada la que cobijaba á la Península Ibérica: doblados los romanos al peso de su corrupcion y afeminamiento, mostraron el camino de las Españas á los bárbaros del Norte, creyendo así conjurar el peligro que los amenazaba, y fueron despues impotentes para salvarlas del furor de aquellas indomables naciones: hundida en la molicie y dominada al propio tiempo de pérfida ambicion, abria ahora la nobleza visigoda el estrecho de Hércules á los sectarios de Mahoma, no sospechan

do siquiera que roto el dique que los refrenaba en las costas Mauritanas, era ya imposible contener la inundacion total de la Península, perdidos con el antiguo valor la fuerza y poderio del Imperio '.

Los ejércitos musulmanes volaron á las costas de la Bética, conducidos por Tariq-Ben-Zeyad, lugarteniente de Muza, á quien los califas de Damasco tenian confiado el gobierno del África: el terror iba delante de sus banderas; y sorprendido Rodrigo por el ruido de las armas en medio de las crueldades con que pensaba exterminar á los partidarios de Witiza, pareció despertar del letargo en que le tenia el bastardo placer de sus venganzas, corriendo al frente de un ejército allegadizo, y falto de disciplina, de afecto y de entusiasmo, contra el formidable enemigo, que iba apoderándose de las regiones meridionales. En los últimos dias de julio de 711 se avistaron los dos ejércitos, cubriendo las inmensas llanuras que riega el Guadalete: larga, sangrienta, dudosa fué la batalla, no pareciendo sino que el aspecto de la matanza habia encendido de nuevo la ferocidad de los visigodos, y que el instinto de la propia conservacion les advertia que en el éxito de aquel combate estaba puesta la salud de su Imperio. Al cabo de cinco jornadas la traicion de Oppas y de los hijos de Witiza inclinaba en la sexta la balanza al lado de los hijos del desierto; y derribado en los campos de Jerez el trono de Ataulfo, levantábase sobre sus escombros el poderio de los árabes, quedando abierto á sus bélicas empresas el mundo de Occidente. Rodrigo, que habia reinado con el cetro de los tiranos, moria en tan cruda pelea con la muerte de los héroes, ó ya despojado de las insignias reales, corria á ocultar en lejanas tierras la vergüenza de su terrible derrota 2.

1 Esta es la única y racional explicacion que hallamos á la conducta del conde don Julian, pareciéndonos ajeno de la gravedad histórica cuanto se refiere á los amores de Florinda (la Cava), leyenda inventada despues y fomentada por la imaginacion de la muchedumbre, segun oportunamente notaremos. Lástima es que autores respetables la hayan recibido como verdad probada.

2 Cuando examinemos la Crónica del Rey don Rodrigo, personaje á quien su posteridad hizo altamente poético, tendremos ocasion de mencionar esta y otras tradiciones populares que han tomado plaza en la historia. Por ahora

Caia pues la monarquia visigoda á los golpes de los alfanjes agarenos, siendo Guadalete la inmensa tumba donde se hundia para siempre el poderio de aquella inquieta raza, que sin fuerza ni valor para sostener su predominio, arrastraba á la grey española en el abismo en que se habia precipitado. Pero en aquella tumba se hundian tambien cuantos elementos de discordia habian fomentado la desunion interna de ambos pueblos, atizando con incesantes persecuciones el fuego de la anarquia, que devoraba todos los estados de la república: daba allí el último suspiro la idolatria con sus sangrientos y supersticiosos sacrificios y con sus impúdicos y repugnantes espectáculos 1: desaparecia allí el estéril é intolerante espíritu de raza, que habian combatido y alimentado al propio tiempo las leyes visigodas 2; y en medio de aquella

sólo nos cumple observar, que aun cuando se admita como un hecho probado la invencion del sepulcro de don Rodrigo en la iglesia de Viseo, segun se refiere en el Chronicon de Sebastian de Salamanca (núm. VII), no se deduce de la inscripcion: Hic requiescit Rudericus, Rex Gothorum, que allí muriera, sino que allí estaba enterrado, pudiendo por tanto ser trasladado su cadáver desde los campos de Jerez.

1 Conveniente nos parece observar, no obstante, que en las obras de Álvaro Cordobés y de Eulogio, que florecen á mediados del siglo IX, se hace alguna alusion á las artes escénicas. El primero escribia, por egemplo, en su Indículo luminoso, núm. XXI (obra que juzgaremos en el siguiente volúmen), hablando del Koram: «Legem Domini miraculorum sole coruscam, nebulosa involvere putans caligine, et fauctoribus suis quasi ex iussu altissimi Domini ridiculo ausu, leves, et risu dignas texens historias, stylo falso, impura fronte, theatrali favore, fabulosa fingens mendacia, etc.» Pero en este y los demás pasajes en que se alude al teatro, es sólo de una manera erudita, sin que se mencione hecho alguno relativo á la historia coetánea.

2 Sobre las observaciones hechas en el capítulo precedente respecto de la ley de raza, debe tenerse en cuenta lo que dispone el cánon III del concilio V de Toledo, excomulgando al que sin pertenecer á la primera nobleza de los godos intentara ser rey; disposicion que, conforme apuntamos en otro lugar, se renueva por el cánon XVII del concilio VI, excluyendo á los que descendian de siervos ó extranjeros, y que no fué invalidada ni abolida por otra ley alguna en los demás concilios. ¿Cómo pues se habia de lograr la unidad de la familia sin la unidad política que debia servirle de base?..... Esto era humanamente imposible, necesitándose de una catástrofe, como la de Guadalete, para que desaparecieran los encontrados intereses de una y otra raza.

inaudita catástrofe, que á todos alcanzaba, comprometiendo del mismo modo la futura suerte de godos y romanos, rompíanse por último los lazos de la servidumbre, tal como la reconocia y sancionaba el Fuero Juzgo, desapareciendo de hecho la humillante diferencia que existia entre el señor y el siervo, el ingénuo y el

manumiso.

La sociedad establecida por la espada de los bárbaros era disuelta por el alfanje de los sarracenos; pero si al echar su coyunda sobre las Españas, se habian dejado deslumbrar los descendientes de Alarico por la grandeza romana, procurando emularla con adoptar ciegamente sus pestilenciales costumbres; si dominados despues por la virtud y la ciencia del episcopado hispano-latino, habian abjurado los errores de Arrio, admitidos por ellos sin contradiccion ni exámen bajo el imperio del pérfido Valente; y si en fuerza de aquel extraordinario acontecimiento habian terminado sus reyes por decretar la union de ambas razas, ley que no pudo tener por desgracia cumplido logro, -contrarios en la religion, desemejantes en las prácticas morales y en las costumbres públicas y privadas que de ella emanaban, no se descubria ahora punto alguno de legítimo contacto entre árabes y españoles, siendo humanamente imposible el sincero avenimiento y natural fusion de ambos pueblos. Así, en tanto que llevaban los mahometanos de una á otra comarca sus falanges vencedoras, acogíase á las montañas de Asturias un puñado de hombres resueltos á rechazar á costa de sus vidas toda idea de servidumbre; y encendida por la fé la hoguera del patriotismo, renacia para asombro de las edades, el antiguo valor de los iberos, probado contra Roma en una guerra de doscientos años, y que debia acrisolarse con cien y cien victorias, en una lucha de ocho siglos. Así, poniendo la Iglesia bajo la salvaguardia y patrocinio de aquellos héroes las reliquias de los santos y de los mártires y las preseas de sus altares, venia á santificar aquel noble grito de independencia, y mostrándose más grande y sublime en mitad del naufragio que en los dias de la prosperidad, velaba incansable por lo porvenir del cristianismo, salvando con igual solicitud el dogma, la ciencia y el arte, cuya guarda y custodia habia confiado á su celo y sabiduria la Providencia.

« PreviousContinue »