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fundada á egemplo de su maestro, las tareas de tantos años de meditacion y de estudio. Y si como hemos dicho ya, nadie alcanzaba en la monarquia visigoda la autoridad de Isidoro para erigirse en maestro universal del clero católico, nadie lograba tampoco el prestigio de Bráulio, para trasmitir sin sospecha de adulteracion aquel inextimable tesoro á la juventud que se consagraba al sacerdocio. Así pues, asociado su nombre á la preclara fama del metropolitano de la Bética, recibian nuevo realce las obras de su pluma, y vinculaba en ellas el respeto de la Iglesia, haciendo á la causa de la civilizacion el más señalado servicio.

Bráulio, que en esta forma legaba su nombre á las edades venideras, quiso tambien en aquellos momentos de general expansion pulsar la lira cristiana para mostrar la pequeñez de las cosas mundanales y canonizar la austera virtud de los que, abandonando el fausto y la opulencia, se recogian al yermo, ganosos de la paz buscada en vano entre las gentes. Movido de este intento, escribia el poema De vana saeculi sapientia, y dirigia á Emiliano el celebrado himno que repitió la Iglesia con veneracion profunda durante la edad media y es hoy cantado con el mismo respeto 1.

Mas antes de que pidiese Bráulio á la musa del cristianismo sus peregrinos acentos, y en el instante mismo en que Leandro é Isidoro proclamaban la última derrota de los secuaces de Arrio, resonaron en el suelo español y salieron á la luz del dia los misteriosos y sublimes cantares que debian publicar la grandeza de aquel anhelado triunfo. Máximo, obispo de Zaragoza, que precede á Juan, hermano de Bráulio 2, y Conancio, obispo de Palencia, que se asienta en aquella silla despues de Murila 3, fueron los

1 San Bráulio decia en una de sus cartas á Frunimiano: «Hymnum quoque de festivitate ipsius Sancti (Emiliani) ut iussisti iambico senario metro compositum transmisi» (España Sagrada, tomo XXX, pág. 172). El referido himno principia así:

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O magne rerum Christe rector inclyte,
Parens Olympi perpetim, cui sidera, etc.

San Isid., De Viris illust., cap. XLVI.
San Ildefonso, De Viris illust., cap. XI.

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primeros que siguiendo las huellas de Leandro 1, acudieron á la más pura fuente de la poesía cristiana para reanudar la interrumpida tradicion de los Prudencios, Dámasos y Draconcios 2.

Es en verdad un hecho digno de maduro exámen, y ya lo dejamos arriba apuntado: mientras las ciencias y las letras se alimentaban muy principalmente con los recuerdos de la antigüedad clásica, en la manera que muestran las Etimologias, se ostentaba la poesía fiel al principio que le habia dado vida, rechazando

1 Como dejamos ya notado en el capítulo anterior, corresponde tambiená San Leandro la gloria de haber sido el primero que aun antes del tercer concilio Toledano atendió á poner en verso latino gran parte de los salmos, siguiendo así el egemplo de Dámaso, quien desde el siglo IV habia ordenado que se cantasen en toda la cristiandad, segun saben ya los lectores (cap. VI, p. 239). San Isidoro decia respecto de este punto: «Sequidem et in ecclesiasticis officiis idem [Leander] non parvo elaboravit studio. In toto enim psalterio duplici editione orationes conscripsit: in sacrificii quoque laudibus, atque psalmis multa dulcisone composuit» (De Viris illustribus, cap. XXVIII). Tambien en los versos á su Biblioteca dió á entender que su hermano había cultivado la poesía, apellidándole vate.

2 Es de suma importancia para estos estudios el recordar aquí que á pesar del egemplo dado por la Iglesia italiana, no habia dominado todavia en la española la costumbre de cantar himnos, dedicados á los santos y á los mártires en los oficios eclesiásticos. Sin embargo ya habian comenzado á penetrar estos cánticos en la liturgia de la Iglesia española, siendo verosimil que se diese la preferencia á los de Prudencio, cuando se recibian los de Hilario y Ambrosio, como demuestran no pocos vestigios conservados en nuestra antigua himnodia (Arévalo, Hymn. Hisp., págs. 103 y 327). Mas hasta el IV concilio Toledano, que segun vá dicho presidió San Isidoro, no se adoptó sobre este punto una resolucion terminante y favorable á los himnos, mandándose en el cánon XIII que no se omitieran en modo alguno en los oficios divinos. Con tanta exactitud cumplieron los PP. este precepto, que al celebrarse el VIII concilio [653] disponian que no se diese órden alguno eclesiástico á quien no mostrara saber todo el salterio ó al menos los cánticos más usuales y los himnos (totum psalterium, vel canticorum usualium et hymnorum, cánon VIH). Se vé por tanto que esta veneranda costumbre fué admitida y tomó incremento en España bajo los auspicios de Leandro é Isidoro, y á consecuencia del cambio religioso operado en el tercer concilio Toledano, siendo en verdad no menos digno de notarse que sólo hasta este tiempo se hace mencion de poetas, que como Máximo y Conancio, se consagraran públicamente al cultivo de la musa sagrada. En otro capítulo señalaremos el incremento que toma esta veneranda costumbre durante el siglo VII.

al par todo elemento contrario á la majestad y pureza del dogma. Intérprete de este, fundaba en su integridad sus más preciadas inspiraciones; y cuanto emanaba de tan venerado orígen, cuanto contribuia á la exaltacion del sentimiento religioso, era exclusivo objeto de la musa cristiana, que repudiando desde su aparicion en el mundo las mentidas creencias y deidades del gentilismo, debia para ser consecuente alejar de su seno las reliquias de aquella civilizacion, de la cual habia recibido, sin embargo, el tesoro de las formas 1.

Atenta pues à la grandeza del dogma, inmutable por su naturaleza, revestíase de un carácter fijo é invariable, que comunicándole inusitada elevacion debia trasmitirse sin alteracion alguna á las más apartadas generaciones. Máximo y Conancio, tomando en su diestra la olvidada lira de los profetas para derramar entre los fieles la consoladora luz de los salmos y tener encendida la llama de la fé, abrieron con sus piadosos himnos aquella nueva senda, en que debian entrar con firme planta otros no menos respetables varones. Establecíase de esta manera el más admirable y duradero concierto: revindicando la poesía el alto ministerio que habia ejercido en el pueblo de Dios, y santificada de nuevo en el templo, aspiraba al dominio absoluto del corazon, dejando á la ciencia humana el imperio de la inteligencia. Ponian ambas de relieve el estado político y religioso de la Península Ibérica, y debian ambas ejercer por consecuencia saludable influjo en los destinos de aquella sociedad que las abrigaba en su seno; siendo acaso las únicas áncoras de salvacion que le ofrecia la Providencia en medio de la deshecha tempestad que habia comenzado á rugir en las llanuras del Yémen, y que empezaba ya á extender sus negras alas sobre todos los pueblos de la tierra.

No otro era el fruto producido por los extraordinarios esfuerzos del episcopado español, á cuya cabeza hemos contemplado á los hijos de Severiano, siendo las más altas glorias de la Iglesia y las más claras lumbreras de la ciencia. Á su talento y á su saber, no menos que à su virtud y á su amor patrio, es debido

1 Véase lo que dejamos dicho en el cap. V, pág. 218, y añadimos en la Ilustracion I. del siguiente volúmen.

aquel prodigioso desarrollo de la inteligencia: dejaban al clero español echados los fundamentos de una tradicion autorizada y vigorosa, y abierto el camino por donde habia de dirigir sus pasos en el instante de la tribulacion y de la prueba. Su influjo, fecundo y trascendental como su doctrina, no se reduce à un momento ni á una generacion determinada: trabajando por la Iglesia y para la Iglesia, llevaban sus vigilias el sello de la perpetuidad que caracteriza á la misma religion; y ya se considere tan legitima influencia respecto de las disciplinas liberales, ya respecto de la poesía sagrada, conveniente es observar para prevenir extraños errores, en que ha caido la crítica de nuestros dias', que se reconoce y siente por el espacio de muchos siglos en el movimiento intelectual de nuestros mayores, llegando por entre vicisitudes y trastornos á comunicar los efectos de aquel primer impulso á los tiempos modernos.

Quilatados ya todos estos notabilísimos hechos, así respecto de la religion y la política como de las ciencias y las letras; reconocidos sus primeros é inmediatos resultados, estudiaremos los que producen en las obras de aquellos generosos varones, que siguen más de cerca tan gloriosas huellas.

1 Aludimos á la opinion vulgarísima de que sólo fué debido á los árabes, durante la edad media, el conocimiento de la filosofia aristotélica; y aunque no faltará ocasion de exponer latamente lo que en este punto pensamos, y queda ya hecha alguna indicacion oportuna, parécenos bien indicar que semejante opinion, como otras muchas que andan muy acreditadas entre los eruditos, por quererlo probar y explicar todo, deja un vacio inmenso en la historia de nuestra civilizacion, vacio que sólo puede llenarse siguiendo paso á paso el desarrollo intelectual de nuestros mayores y comenzando de nuevo tan peregrinos estudios.

CAPITULO IX.

ESCRITORES DE LA MONARQUÍA VISIGODA.

EUGENIO, ILDEFONSO, JULIAN, PAULO EMERITENSE, etc.

Efectos de la doctrina de Isidoro.-Inclinacion de los magnates visigodos al cultivo de las letras.-Receswinto y la ley de raza.-Estado respectivo de visigodos y romanos.-Autoridad del episcopado.-METROPOLITANOS DE TOLEDO.-Eugenio é Ildefonso.-Poesías del primero.-Sus diferentes caractéres.-Obras del segundo.-El libro De Perpetua Virginitate: índole especial de la elocuencia de Ildefonso.-Su libro De Viris illustribus.—Julian: sus obras teológicas: su Historia rebellionis Pauli.-Dotes y cualidades que en ella resaltan.-PRELADOS DE LAS PROVINCIAS.-Paulo Emeritense: su libro De vita Patrum emeritensium.-Tajon: sus escritos teológicos y morales.-Valerio: su vida ascética y contemplativa.-Sus obras; sus visiones. MAGNATES VISIGODOS.-Bulgarano: sus cartas.-Sisebuto: sus obras: su proteccion á los estudios.-Chindaswinto: sus epístolas, sus poesías, etc.Resúmen.

El noble egemplo de Leandro y de Isidoro, dando nueva y más fecunda direccion à la disciplina, la liturgia y las letras, é influyendo poderosamente en la política, halló en la córte de los reyes visigodos ardientes y generosos imitadores. Segundado por Braulio de Zaragoza aquel prodigioso movimiento de la inteligencia,

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