Page images
PDF
EPUB

de la Academia con preferencia á las cátedras del Liceo, y, caso de filosofar, ocupación que diputaba por impertinente, habríalo hecho, como Fedro en el diálogo socrático, á la sombra del plátano frondoso, junto á las frescas márgenes del Iliso, donde la brisa espira suave y perfumada, y resuena el estivo canto de las cigarras.

¿Qué representa, pues, Erasmo en la historia literaria del Renacimiento? El elemento de harmonía y de concordia entre las tendencias extremas: la tolerancia y la paz, mezcladas con un sano escepticismo, no exento de cierta interior ironía. Erasmo es un creyente, y al mismo tiempo censor severo del fariseismo; su empeño constante es : « cum elegantia litterarumi pietatis christianæ sinceritatem copulare. »

Este aspecto, determinado por las circunstancias, de la personalidad literaria de Erasmo, hace que se le deba considerar como el más genuino campeón de aquella tendencia harmónica expresada en el hermoso libro de Guillermo Budeo: De transitu Hellenismi ad Christianismum, escrito por el año de 1517'.

*

**

En Erasmo, como en todo hombre culto á quien la reflexión penetrante y sintética le abrió los ojos del espíritu y le hizo ver la contradicción diaria entre la Idea y el Hecho, entre la máxima y la conducta, la nota escéptica predomina. Pero su escepticismo

1. « Quare si hominem ex ipsius epistolis, aut ex aequalium testimonio iudicaveris, multa videbis in eo collecta esse magna atque praestantia, quae in ceteris singula vix insunt, et illum fateberis non modò esse unum ex ingeniosissimis sextidecimi seculi scriptoribus, sed etiam inter honestissimos simul et iucundissimos esse annumerandum. Illi sunt ii quibus ducibus viri boni in periculosissima tempestate cursum moderantur, quibusque auctoribus datur tranquilliora augurari. » Th. Desdevises du Dezert: Erasmus Roterodamus morum et litterarum vindex : Parisiis, 1862; p. 62. - Cf. nuestro : Luis Vives y la filosofia del Renacimiento, Madrid, 1903; pág. 242.

no es sistema absoluto é intolerante, sino doctrina de caridad y de amor. Sus numerosos tratados morales y pedagógicos, su inmortal Elogio de la Locura, sus Coloquios, demuestran el hecho á que nos referimos. Erasmo era, en una palabra, como su discipulo Rabelais, pantagruelista, entendiendo por pantagruelismo lo que el último llamaba : « certaine gayeté d'esprit conficte en mespris des choses fortuites. »

Y en manera alguna es denigrante ni deshonrosa esta profesión de fe, porque cabalmente caracteriza el periodo álgido de todas las etapas de civilización. No surgieron en Grecia los Górgias ni los Protágoras hasta el instante en que la cultura, en sus diversas esferas, había llegado á un grado considerable de adelantamiento. Y esa herencia es recogida en el siglo xvi por Erasmo, Cornelio Agripa de Nettesheim, Ulrico de Hutten, Rabelais, Montaigne y Francisco Sánchez, sucediéndose desde la ingeniosa sátira Stultitiæ laudatio, el monumental tratado De incertitudine et vanitate omnium scientiarum et artium, el cáustico Pantagruel y el atrevido Quod nihil scitur, hasta Der Einzige de Max Stirner ó el Zarathustra de Federico Nietzsche, pasando por Candide y Le neveu de Rameau.

Los contemporáneos de Erasmo comprendieron sin duda en parte la significación de esta tendencia, y como buenos, procuraron reprimirla. De ahí aquella célebre caricatura en que se pinta al Papa y á los Cardenales reunidos en París: delante de la asamblea hay alguna lumbre, cubierta por una capa de ceniza; llega Juan Reuchlin, pronuncia un discurso refiriendo el estado aflictivo de la Iglesia y procurando persuadir á los oyentes de la necesidad de extirpar los abusos; para mejor mostrar el peligro latente aparta con un palo la ceniza, y el fuego arroja vivas llamaradas. Viene luego Ulrico de Hutten, quien después de insultar gravemente al Papa y á la Asamblea, acércase al fuego, y procura inflamarlo más, pero procede con tanta vehemencia, que cae muerto. Llega entonces Martín Lutero con un gran haz de leña, lo arroja al fuego y hace tomar á éste considerable incremento.

Entretanto Erasmo, habiendo entrado en la asamblea, y no queriendo enemistarse con nadie, abstiénese de hablar, contempla el fuego silenciosamente, y toma asiento junto á los cardenales, cuyos plácemes recibe gustoso 1.

La sátira es injusta : procede, á no dudarlo, de algún enemigo de Erasmo, pero tiene cierto fundamento. En aquellos tiempos de lucha, la actitud conciliadora de Erasmo era muy equívoca.

Sin embargo, esa misma actitud le libró personalmente de muchos ataques que de otra suerte le habrían desazonado bastante, ya que su temperamento no era de combate, como el de Lutero, ni de inquebrantable entereza, como el de Luis Vives, sino amigo á todo trance de la concordia y de la paz.

Como Ulrico de Hutten decía, Erasmo fué « el comentador más laborioso y sagaz de la Biblia, el restaurador de la verdadera religiosidad, el exterminador de la superstición, el descubridor de las supercherías de los Papas, el restaurador de las buenas costumbres antiguas, desfiguradas por innovaciones inspiradas por la ambición y la codicia, el apóstol é introductor de la libertad, y el adversario de los opresores tiránicos de la cristiandad. » Por eso no pudo excusar la enemiga de los Bedas, Lees, Zúñigas y Escaligeros (aparte de otros adversarios de menor cuantia), y en responder a sus acusaciones malgastó gran suma de labor y de tiempo.

Bien es verdad que no se encontró solo en aquella lucha; á su lado hubo importantes y decididos campeones, que intervinieron con éxito en la contienda empeñada entre la tradición y el progreso, uno de cuyos monumentos más señalados es la inmortal sátira conocida con el nombre de Epistolæ obscurorum virorum, á la cual dió motivo la disputa entre Juan Reuchlin y los Dominicos, acaudillados por el Inquisidor de Colonia Jacobo de Hoch

sträten.

I. L. Geiger El Renacimiento y los estudios de Humanidades en Italia y Alemania (en la Historia Universal publicada por Guillermo Oncken). Trad. castellana, p. 195.

[ocr errors]

*

**

En España puede afirmarse que sin dos decisivas influencias : Italia y Erasmo, el humanismo, caso de haber existido, no hubiera llegado al grado de desenvolvimiento que alcanzó.

De la influencia italiana no tenemos para qué hablar aquí al afortunado escritor para quien esté reservada la gloria de historiar el Renacimiento español, compete más bien esta tarea. Nosotros sólo diremos que esa influencia se dibuja ya de un modo marcado en el siglo xv, á partir del movimiento literario que se determina en las Cortes de Don Juan el Segundo de Castilla y del Magnánimo Alfonso V de Nápoles. En tal época, próceres como el Marqués de Santillana hacen gala de su afición á las cosas de Italia, y tienen allí corresponsales y envían allá emisarios que inquieren toda novedad bibliográfica ó literaria, procurando dar cuenta de ella á sus protectores. Entonces también, poetas como el insigne Juan de Mena, Secretario que fué de cartas latinas y Cronista del Rey D. Juan II, perfeccionan sus estudios en la misma Italia, de donde importan la afición á la literatura de aquél pais, afición fomentada por el influjo de la alegoría dantesca, defendida y propagada por los imitadores andaluces y castellanos del genovés Miçer Francisco Imperial.

Después, la venida de algunos humanistas italianos, como Pedro Mártir de Anglería y Lucio Marineo Siculo, y la educación que en Italia reciben españoles como Antonio de Lebrija y Arias Barbosa, encauzan de un modo más preciso la nueva forma de cultura.

El Epistolario de Marineo Sículo, que por fortuna se conserva, es buena prueba de la fiebre de cultura que se apoderó en general de los españoles al finalizar el siglo décimo quinto. También demuestra, sin embargo, el aflictivo estado de nuestras letras antes de que ese despertar se promoviera. En carta al Secretario Antonio Roncionio, Cardenal de Santa Sabina, escribe Marineo : « Ego namque plures annos (desde 1483) inter Hispanos commo

ratus, faciliùs profecto Martis, quàm Apollinis officium praestare possem. Hispanis enim, paucissimis exceptis, nullum est cum Musis commercium. Omnes si mihi credis, huius nationis homines, qui litterarum studiis temporis aliquid impendunt, non amore Minervae, sed Mercurii litteras adiscunt, lucro siquidem, non sapientiae student'. >>

*

**

En cuanto á Erasmo, su intervención en el progreso de las letras españolas fué de otro género: fué más íntima, más profunda, tocó más al fondo de la evolución que la influencia italiana. Encontró por eso mismo mayor oposición que ésta última, y aparentemente fué menos duradera, pero el impulso estaba dado y las consecuencias se dejaron sentir.

Esta intervención es la que vamos á exponer en las páginas subsiguientes, refiriéndonos tan sólo á las ediciones y traducciones españolas de Erasmo, y reservando para otro estudio el de la vida y obras de los erasmistas hispánicos que han llegado á nuestra noticia 2. Transcribiremos, por último, tres cartas inéditas del humanista de Rotterdam.

Como veremos en otro lugar, la falange de los erasmistas fué de una importancia capital en la evolución de la cultura española. En ella figuran, como tales: el famoso Secretario del Emperador Carlos V, Alonso de Valdés (¿ 1490-1532), á quien el humanista valentino Pedro Juan Oliver llamaba erasmicior Erasmo, y que escribió, á mediados del año 1528, el Diálogo entre Lactancio y un Arcediano 3, representando con éste último, probablemente, la

1. L. Marinei, Epistolarum familiarium libri decem et septem: Vallisoleti, per Arnaldum Gulielmum Brocarium, 1514; lib. VII.

2. Cf. nuestro citado libro: Luis Vives y la filosofia del Renacimiento ; Madrid, 1903. Págs. 190 y siguientes.

3. Esta atribución se halla fuera de toda duda, después del estudio de Eduardo Boehmer Alfonsi Valdesii litterae XL ineditae (en el Homenaje a Menéndez y Pelayo Madrid, 1899; págs. 12, 16 y 18 de la tirada aparte).

[ocr errors]
« PreviousContinue »