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son sin duda los versos que ya en edad provecta hizo á su Biblio" theca: animados de aquel espíritu didáctico que brilla en todas sus producciones, nótase al examinarlos que no era ya el entusiasmo su musa favorita, inspirándole sólo el amor á la ciencia. Tan peregrina composicion empezaba con los siguientes versos:

Sunt heic plura sacra, sunt heic mundalia plura:

Ex his, si qua placent carmina, tolle, lege.
Prata vides plena spinis, et copia floris;

Si non vis spinas sumere, sume rosas.
Heic geminae radiant veneranda volumina legis,

Condita sunt pariter heic nova cum veteri. Poetas sagrados é historiadores, moralistas y filósofos cristianos, legistas y médicos forman la parte principal de aquella biblioteca, recibiendo el desinteresado elogio del gran maestro de Sevilla las obras de un Hilario y un Ambrosio, un Agustino y un Gerónimo, un Cipriano y un Prudencio, sin olvidar entre los vates sagrados las creaciones de Avito, de Yuvenco y de Sedulio. En testimonio del acierto con que Isidoro los juzga y califica, trasladaremos aquí el epigrama que escribe sobre Prudencio, hablando siempre con el lector:

Si Maro, si Flaccus, si Naso, et Persius horret,

Lucanus si te, Papiniusque tedet;
Par erat eximio dulcis Prudentius ore,

Carminibus variis nobilis ille satis .

Quos et vestivit liliis et violis pretiosis;
Ex inde fruimur omnes rosaruin gratos odores,
Ex inde texiinus sertas capiti nostro coronas.

Segun notarán los lectores, la versificacion propende al verso octonario, que tan popular habia hecho la musa de San Agustin con su himno Contra Donatistas. Como en este canto y en algunos pasajes de Draconcio, advertimos ya cierta inclinacion al uso de las rimas, cuyas leyes explica el mismo Isidoro conforme en su lugar veremos (tomo II, Ilustracion I.“). El códice original del poema De Fabrica Mundi perteneció al monasterio de Roda, cuya riqueza en este género de preciosidades era extremada.

1 Han publicado estos versos, como obra de San Isidoro, Tamayo de Vargas, Muratori, Florez y otros eruditos: nosotros seguimos las correcciones del último (España Sagrada, tomo IX, pág. 412 y siguientes).

Banjarse de las musas, al poner término á es

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E: Pariam sui montes, et rura valete;

Ni. cutis curis in restra placent. Á la verdad no eran sus versos los que debian ganarle el laury de la inmortailad, llamado á desplegar en muy distinta esfera las alas de su ingenio. Asi lo reconoce el discípulo de Leandro; y acudiendo solicito á pener el hombro en la grande obra á que se habia asociado, llega a las puras fuentes de la Biblia para fecundar la doctrina de los católicos; y con este loable anhelo interpreta desde el Génesis hasta el Libro cuarto de los Reyes, expone la historia de los Macabeos, y explicando las más oscuras alegorias de los sagrados libros, escribe doctos proemios al Viejo y Nuero testamento. Sobre tan ancha base asientan sus estudios eclesiásticos, ya dando nueva y segura porma á los oficios y ceremonias sagradas, ya determinando las solemnidades del cristianismo, ya por último fijando las diferentes categorias y órdenes de la Iglesia y de sus hijos . La doctrina y fé de los sacerdotes, a quienes como á los monjes impone severas reglas para la vida, prueba irrecusable de que era excesiva la licencia de sus costumbres, halla natural desarrollo en los peregrinos libros, en que traza la senda del virtuoso vivir, poniendo de relieve la despreciable poquedad del mundo, é inculcando con tier

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1 Los libros De officiis ecclesiasticis, dirigidos á su hermano Fulgencio y extractados despues por el mismo San Isidoro en el de las Etimologias, presentan la idea más completa de la organizacion del clero español en el siglo VII. Tan peregrino tratado explica tambien las razones en que se ha fundado la constante tradicion de la Iglesia para dar el nombre de Isidorida' al rito možárabe, conservado en algunas ciudades de España despues de la invasion sarracena. La identidad entre la doctrina de Isidoro, y el indicado rito, que es en suma el prescrito por el Concilio IV de Toledo, ha sido pues causa de que se atribuya al sabio metropolitano de la Bética su institucion, dándose por obrà suya las oraciones, himnos y demás partes de que se compone. Despues de las eruditas investigaciones del diligentisimo Florez, no puede ya abrigarse duda alguna respecto de este punto tan interesante de la historia nacional (España Sagrada, tomo III, pág. 241 y sigs , y apendice número 1).

na solicitud la idea del sumo bien, que parece personificarse en la vida y muerte de los patriarcas y los apóstoles 1. Ni olvida tampoco el divino egemplo del Salvador, cuyo nacimiento, pasion, resurreccion, reino y juicio encarece dignamente a los ojos de su hermana Florentina, á cuya virtud habia rendido análogo tributo la pluma de Leandro ?. Deseoso de asegurar bajo todos conceptos el fruto de la grande obra del catolicismo, recogia por último en preciosa coleccion todos los cánones de la Iglesia española, levantando de esta manera inextimable monumento a la independencia del clero, que aun admitiendo el principio de unidad, hubiera tenido por vergonzosa humillacion el abjurar en un solo dia de sus antiguas y venerandas tradiciones nacionales 3.

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1 Las obras de que hablamos, demás de la Regla dada por San Isidoro á los monjes, son: De doctrina el fide Ecclesiasticorum; De Norma vivendi, De Contemptu mundi; De Sententiis; y De Vita et obitum Patrum.

2 Hablamos del precioso libro De Nativitate Domini, Passione, Ressurrectione, Regno, atque judicio, ad Florentinam sororem suam. Tambien le dirigió el libro De vocatione gentium, en que rebate y pulveriza los errores de la gentilidad.

3 Sobre esta cuestion interesantísima es de suma autoridad la carta del erudito P. Andrés Marcos Burriel, dirigida á don Pedro de Castro é inserta por Rodriguez en el tomo II de su Biblioteca española, págs. 302 y siguientes. Este docto jesuita, que tuvo presente la opinion de don Nicolás Antonio, dá razon de varios códices españoles, que encierran la Coleccion canónica goda legitima, rechazando como expúria la atribuida á Isidoro Pescator, y añadiendo que no es posible dar un paso en el estudio de los cánones españoles, sin volver la vista á San Isidoro de Sevilla. Tampoco olvidaremos el apuntar aquí que igual gloria puede y debe adjudicársele respecto de la legislacion civil, si como parece demostrado en el curioso é importante opúsculo publicado en 1847 por Federico Blume, pertenecen casi todas las leyes que en el Fuero Juzgo llevan la inscripcion de Antiqua al católico Recaredo, lo cual exlica convenientemente cuanto dejamos advertido en notas anteriores. Ilustra el diligente aleman esta parte de nuestra historia con el auxilio de los palimpsestos, hallados en la biblioteca real de Paris; y no siendo posible dudar de la autenticidad de aquellos documentos, racional creemos el restituir al hijo de Leovigildo la gloria de haber echado los fundamentos al celebrado código de los visigodos, que reflejando el mismo pensamiento que domina en los Concilios, se ostenta como la más genuina expresion de aquella monarquia. Siendo pucs Isidoro el prelado de más autorizada doctrina, despues de la muerte de Leandro, y descubriendo la crítica en las indicadas leyes aquel mismo es

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Pero si en todas estas obras descubrimos el noble impulso que alienta á Isidoro, encaminándose constantemente á ensanchar y fijar el círculo de los conocimientos de sus coetáneos, con mayor fuerza resalta este meritorio empeño en los libros De differentiis, De Synonimis, De Propietate Sermonum y de Natura Rerum , escrito el último por expreso mandato de Sisebuto, quien aspiraba generoso á enriquecer su entendimiento con los tesoros de las letras y las ciencias, recogidos por el prelado de Sevilla. Larga tarea seria la de analizar cada uno de estos tratados, que abrazando diversas y distantes materias, nos divertirian sobremanera del principal intento de estos estudios. Mas en esa misma diversidad de asuntos, en la sobriedad y acierto con que estan tratados y en lo saneado de su doctrina se vé reflejada la situacion del escritor y la extension y buena ley de su talento; quedando al propio tiempo confirmadas cuantas observaciones llevamos expuestas, cuando se advierte que vuelve á cada momento la vista á la antigüedad para pedirle sus lecciones.

Apreciadas generalmente estas virtudes, respecto de las tres primeras obras citadas, si bien tendremos ocasion oportuna de mencionar adelante el diálogo De Synonimis (visible recuerdo del celebrado libro de Boëcio), parécenos conveniente advertir que en ninguno de estos tratados brilla tanto el respeto con que miró Isidoro la ciencia de griegos y romanos como en el libro De Natura Rerum. Proponíase en él instruir á su rey de los fenómenos que en maravillosa armonia ofrece la creacion; y para rodear su doctrina del prestigio necesario á producir convencimiento, procuro revestirla de nueva autoridad, apelando a los escritores gentiles, que ya de propósito, ya incidentalmente, habian tocado la misma materia. Pero no satisfecho de la sinceridad de aquellas nociones, atendió á darles mayor lustre con el voto y decision de los Profetas y los Padres, alternando en raro consorcio los nom

píritu y lenguaje, aquella severidad y exactitud que brilla en todas las obras del autor de las Etimologias, segun adelante explanaremos, fundada parece la intervencion que se le ha dado en la primera formacion del expresado código, contradicha no obstante por distinguidos escritores. Ocasion tendremos en otros capítulos de exponer algunas observaciones sobre el Fuero Juzgo.

bres de Job, Isaias, David, Amós, Salomon, San Pablo, San Ambrosio, San Agustin, Clemente Romano y Prudencio, ya con los de Ciceron, Arato, Salustio, Justino, Higinio y Nigridio, ya con los de Varron, Lucrecio, Virgilio, Horacio y Lucano, a quien parecia mostrar cierta predileccion el metropolitano de Sevilla. La doctrina que este sigue respecto de la astronomia, es sin embargo la abrazada por los filósofos griegos, reconociéndose en su exposicion la senda que habia recorrido para llegar a la España del siglo VII, desfigurada ya algun tanto en la decadente córte de los Emperadores bizantinos.

Débil reflejo de los estudios de Isidoro eran no obstante estas obras, en que por ilustrarse determinados puntos de las ciencias sagradas ó profanas, se ha menester de un examen comparativo para comprender todo su valor y reciproca importancia. La variedad, fijeza y extension de sus conocimientos sólo puede dignamente apreciarse en la grande obra de los Orígenes, monumento inestimable de aquella civilizacion que se amasaba con los despojos del antiguo mundo, revelando al propio tiempo cuantos elementos de vida y de cultura se habian desarrollado desde la caida del Imperio de Occidente. Y si en las producciones ya mencionadas tenia Isidoro por norte de sus vigilias la ilustracion de sus coetáneos (grandemente útil al catolicismo despues del tercer concilio de Toledo), fácil es adivinar la idea que guiaba su pluma al escribir las Etimologias.

Disponíase en el cánon XXIV del IV concilio, presidido por el mismo Isidoro, que morasen reunidos en clausura todos los jóvenes consagrados al servicio de la Iglesia, aspirando en esta forma á corregir las maleadas costumbres, y lo que era de mayor fruto, á uniformar en toda la monarquia la enseñanza del clero. Este pensamiento de unidad, nacido expontáneamente de la necesidad y conveniencia de conservar lo ganado, no podia tener cumplido logro en una sociedad que se regeneraba por la inteligencia, sin que echara profundas raices en tan feracísimo terreno. Nadie alcanzaba en el Imperio visigodo la autoridad legítima de Isidoro: nadie habia mostrado acaso mayor deseo de dotar á la Iglesia española de aquella manera de seminarios, de que habia dado tan brillante egemplo en su metrópoli, siguiendo las hueTOMO 1.

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